Columna Francisco Huenchumilla: “Los grandes empresarios y el 10%”

Han hablado los máximos dirigentes de los empresarios de nuestro país, a propósito del retiro del 10%. Los dirigentes no logran entender, igual que el Gobierno, cuál es el problema. Por cierto, no es qué solución es mejor para ayudar a la gente, si el préstamo o este retiro, no son los efectos financieros o fiscales que puedan producirse ni tampoco es un problema jurídico sobre aspectos constitucionales.

El proyecto de retiro del 10% es una cuestión política. Es el reflejo de que en Chile tenemos un problema: no tenemos acuerdo sobre las AFP como sistema previsional basado en el ahorro forzoso de capitalización individual. Después de cuarenta años de promesas incumplidas, la gente no cree. Perdió –frente a la cruda realidad de las pensiones– la credibilidad que alguna vez tuvo.

Frente a eso, los empresarios igual que el Gobierno, en vez que con la necesaria cuota de realismo que es necesario tener en la vida acepten que este es un problema político, buscan argumentos simples que solo rasguñan la superficie sin entrar al fondo de la crisis que, a partir del estallido social del 18 de octubre y cual sombra fantasmal latente, espera a la vuelta de la esquina el retorno a la “normalidad” para volver a la escena.

Cuando se es dirigente empresarial, de alto vuelo patrimonial, como en este caso, o dirigente político del Estado, no puede darse el lujo de “pasarse películas” respecto de la realidad, creyendo, ingenuamente, que no existe lo que ve y que la función pronto terminará. Así, en el pasado, a muchos les costó entender que la dictadura había terminado, a otros, después de 15 años, que el tiempo de los senadores designados había concluido o, hace poco, que la Constitución del 80 no había logrado nunca legitimarse.

El sistema de AFP cumplió su ciclo y fue impuesto a la fuerza, sin legitimidad social. Hoy nadie cree en él, por lo menos aquellos que alguna vez tuvieron esperanza y que, con el paso de los años, comprueban personal y dramáticamente que hoy, 40 años después, el sueño de las promesas se derrumbó, se encuentran en la vejez y en su soledad, sumidos en la pobreza.

Pero hay otros que siguen creyendo en el sistema: son aquellos que se beneficiaron del inmenso mercado de capitales que se formó con el ahorro forzoso de los trabajadores y trabajadoras chilenas, que hoy acumula una cifra superior a los 200 mil millones de dólares, que funcionó como si fuera un banco prestador de dinero y que después, con los años, se devuelve en cómodas cuotas mensuales de $ 150.000 o cifras parecidas.

Esa cuota de realismo debería llevar a los empresarios a ver las cosas con una mirada más larga de cómo funcionan las cosas en las sociedades, porque los cambios son inevitables. Es probable que ello haya significado inversión y empleo, como les gusta decir, pero la firme –como dicen otros– es que no cumplió los propósitos que según sus creadores debía tener y esos posibles efectos benéficos nada significan para los miles de jubilados, para los cuales no hay explicación posible que los aparte de su cruda realidad.

¿Qué hacer en estas circunstancias?

Lo primero es aceptar la realidad que, como país, tenemos un problema y que este es de naturaleza política en cuanto nos obliga a tomar decisiones como Estado.

Lo segundo es la disposición a encarar el problema y no a “eludir el bulto”.

Lo tercero es que la gente está primero. Queremos buscar la mejor solución posible pensando en la gente y no en los negocios, sabiendo que el problema no es sencillo y, que yo sepa, nadie está por “echar la estantería abajo”.

Lo cuarto es que los empresarios deberían entender que en el mundo existen varios modelos de capitalismo, el nuestro está haciendo agua y necesita un cambio. Bien harían en mirar otros modelos. El nuestro es anómalo, no puedes imponer un modelo de estructura social y económico por la fuerza, tarde o temprano te pasa la cuenta. Hay otras formas de vivir. No le echemos la culpa al empedrado. El problema no es el 10%. El problema es el modelo previsional. El problema es político.